Medito paseando bajo los árboles, mirando hojas balancearse al ser empujadas por el suave viento del atardecer, ajenas a mis pensamientos. Otras, vestidas de otoño, inician un descenso sinuoso destinado a tierra. Cualquier físico trataría no hablar de magia, explicando con fórmulas cada uno de sus movimientos. Resulta fascinante verlas crear capas multicolor alrededor del tronco. Imagino su descomposición, surtiendo de nutrientes el suelo, alimentando otras vidas. Es el ciclo natural.
Un rayo de sol se filtra entre las ramas con destellos inesperados, quebrando mi abstracción...
Dos niños juegan al pilla-pilla haciendo gala de una energía envidiable. Al lado, sentados en un banco absorbiendo calor, personas con surcos de experiencia en el rostro observan cómplices. Una sonrisa entre satisfacción y tristeza les aísla por un instante, sus miradas se tornan lejanas, perdidas. Uno de ellos cierra los ojos durante unos segundos y advierto un suspiro de nostalgia.
Constantemente construimos recuerdos, inconscientemente evocamos otros.